lunes, 4 de febrero de 2013

Te cambio un real...


Escondido tras tu propia apariencia, aterrorizado, proteges tu trozo de verdad.
Eres la ilusión de ti mismo, te niegas sin embargo a tu apariencia, también te niegas a tu vacío.
Lo mismo con tus secretos, te niegas.
Negado o asumido, ¿por qué he de conformar a mi deseo con lo que quieres darme?
Te bebo. De hidalgo.
Para beberte, me basta con la luz que irradian tus verdades y tus secretos.
Y mi propia ilusión sobrevive incluso a tus destellos.
Y hasta eso, no sé si soportaría tu transparencia.
Ésa verdad, tan puta ella, se desnuda.
Siempre quiere desnudarse.
Puesta, bien puesta, dispuesta, erótica o semiótica, radical o idiota, estoica, estrambótica… y ciertas noches, cuando de suerte estoy, alcohólica.
Tu verdad, desnuda y alcohólica. Mía.
Sin la anuencia de tu voluntad en juego, ella, la verdad ésa, comienza su striptease.
Tu verdad, tu color y transparencia, tu mentira y tu disfraz, tu lo que dices y lo que te guardas, tu locura y sensatez, siempre, todas ellas cogiéndose las unas a las otras.
La orgía de nuestros yos ilustrados, de nuestras sombras y nuestros muertos, fantasmas y vivos, lamiéndose entre las líneas de nuestro texto sentido.
Y dejo de soñarte para hacerte real. Me urjo a reparar en sitio y párrafo, en confesión y poema.
Una vez real, ante mis propios ojos, te esfumas.
Te vuelcas ilusión, y ante la inconclusión de mi propio mundo, universo perverso en medio de tanta penuria tuya y mía…  me prefiero arrebatada por un beso tuyo.
Te cambio un real por tu doble imaginario.


No hay comentarios: