Para
entrar al estado soltero, no hay más que poseerse de los quince años, para
salir del estado, hacerle caso al vecino y ya se armó. Hay quien deja de serlo
para no serlo nunca más, hay los que hemos sido solteros en diferentes puntos
de la vida. No es lo mismo ser soltero a los veinte de primera vuelta que a los
cuarenta de segunda o tercera vuelta. También hay el soltero casado, que en su
estado matrimonial se da respiros urgentes de soltería a los que me contaron, les llaman deslices.
A
la soltería se llega por voluntad o por encargo, por viudez o por urgencia pero
siempre es un estado hacia el interior, con anillo o sin él, uno a veces se
siente ligado al ente, al objeto de tortura personal, sin importar que diga el
maldito papel ni el objeto de tortura.
La
soltería se ve de fuera con envidia y soslayo al mismo tiempo. Las amigas de la
casada temen un poco a la que queda suelta y no saben cómo acomodarla en las
mesas de fiesta que son número par, para diez, o sea cinco parejas, ¿qué
hacemos con Mengana tan soltera? Al traste pues la soltería le da a ciertas
relaciones, a otras en cambio las invita, los amigos del marido que la han
visto desde lo obscurito con un poco de furor, una vez anunciada la soltería se
anuncian como galanes servidores. Ésta última parte, no es tan linda pero
supongo que puede ser al revés, que el que queda suelto vaya en pos del objeto
del deseo divisado desde el umbral conyugal.
Como
lo vean de fuera, como alguien que ha perdido, fracasado, o desaprovechado, o
quizá como alguien suertudo que se da la vida de caza nova que todo casado
envida, no importa, la soltería es un estado que se vive en etapas y que cada
quien vive diferente. Para mí, el soltero está: explorando el menú; entendiendo
qué le gusta; esperando al indicado si acaso ya tuvo la suerte de matar al
príncipe azul (y los hombres a la mujer cool), que de otra forma cada cual está
esperando eso que no existe; está descubriendo entre vueltas al estado mayor
cómo es con y sin pareja, y cómo se gusta; enfrenta al mundo con sus ideas sin
que alguien se las rebata lo cual amplía el margen de error.
La
gran mayoría de los solteros en el fondo espera que llegue alguien que los
desacomode de su pensar en dedo y los coloque en la rueda de la fortuna de
pensar en par. Pero hay los solteros de ultranza que en mujer aseguran que no hay
hombre que valga la pena y van a las fiestas a hacer babear con su
disponibilidad que no ofertan, sea chiquito o sea grande, le hacen el fuchi. En
hombre, este soltero a ultranza, como un erizo en la carretera le grita a la
menor de las luces que no quiere compromisos mientras una vieja cabrona se los
gana subrepticiamente, metiéndolos al ruedo conyugal enojados y maltrechos. La
realidad que se niega o se quiere controlar, va a morder, sea soltero, casado o
arrejuntado.
Cuidado,
dicen los muertos que nos hablan desde el otro mundo, cuidado con la soltería
mal llevada, que la vejez entra por las heridas abiertas, el estar solo, cuando
es un receso del amor y lleva dolor, hay
que darle su tiempo, su espacio, en el ínter, llegará alguien a desgarrar las
cadenas impuestas si lo hacemos con decoro.
La
soltería es un estado mayor que llevo con la alegría de poder convivir con más
personas y volver a pactar con mi universo para dejar entrar a mi corazón
nuevos cariños, si el estado no se rompe para compartir momentos con un buen
tipo que me cuadre, el estado se quedará para dejar abierta mi alma y mi casa a
enteras fiestas de solteros. Luego de tanto llorar y de tanta soledad al cuadrado,
al fin logré que el amor sea parte de mi vida y no mi vida entera, ha sido un
descanso, un atino, y ahora, un camino.
Larga
vida a la soltería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario