“Eres una basura”, es una frase que nunca había tenido tanto sentido para mí, para nosotros, para todos los que habitamos este planeta. Ahora sabemos que la metáfora designa no sólo al hecho de ser un desecho, hediondo, descompuesto e inútil sino que al ser “basura”, también te conviertes en algo ineludible, y si bien nadie quiere verte, ni saber qué es de ti, todos te huelen, te sienten, se topan contigo en calles, alamedas, en casas ajenas, peor, en la propia. Todos conocemos a un señor que deja a su vieja, después de veinte, treinta años de casados, y la canjea por una nueva, de veinte o treinta años (menos), pero habrá quien pueda contestar que el supuesto señor tiene derecho a la “felicidad”…(a costillas de la vida de alguien más, por cierto), sin contar con las repercusiones sociales, morales y emocionales de los hijos, parentela y amigos cercanos, pero bueno, el señor va a estar muy contento…(por un ratito), todos sabemos como terminan estas historias, tan comunes y ordinarias, y francamente no pretendo ninguna lección de moralina con mi reflexión, a lo que voy, es a la basura. ¿Todo lo que cambias o tiras es verdaderamente basura? ¿Quién o qué, es basura? ¿La señora con todos sus años, o el señor (también con un montón de años) que estrena mujer? Con esta observación quiero decir no que conserves cosas que no ocupas, pero tal vez… tal vez, todo lo que desechas no es propiamente basura, y en ello puedan haber cosas útiles para alguien. La alusión anterior no tiene nada que ver con la señora que abandonan, (no imagino a los señores ofreciendo en ventas de cochera a sus señoras), pero sí con la detención de la inercia: tira-compra, usa-tira, cambia-tira, molesta-desaparece, envejece-abandona, entorpece-estorba. Hay un camino muy limpio, pero duro de recorrer, a ratos doloroso, en él casi todo sirve, y lo que no, se logra componer, modificar, rehacer. Con antorchas hechas con frascos de vidrio, con plantas acuáticas que se ven hermosas en lo que fueron botellas de vino, los cartones de huevo son excelentes separadores de tornillos y clavos, la cáscara de la sandía abona la tierra, los muebles de la abuela, se lijan, se barnizan (y son chic), el perro cojo es nuestro mejor cuidador (por lo menos avisa cuando alguien extraño se aproxima a nuestra casa, que es para lo que sirven los pobres perros), la cama vieja del niño, la tapizamos con una cobija de lana y la convertimos en un nuevo sillón comodísimo para leer… en este camino donde vamos despacio, entramos mi pareja y yo, que como nos han roto, estamos remendados, recién pegados, así nos clasificamos: un par de reciclados; sí, eso somos , una pareja…digamos… de “segunda mano”, y seguimos en la carrera continua del reciclaje… duele, se caen los dientes, se forman las arrugas, abundan las canas, (que dicen que salen de ganas)… y sí ha de ser, pues sólo tenemos deseos de continuar, aunque a ratos la cosa se ponga pantanosa, densa, incómoda, difícil, y hasta fea. Un abrazo (de esos que curan todo), una goma (a modo de voto conyugal), para borrar las metidas de patas, y sin tirar la hoja: borrón y cuenta nueva, una noche de luna, una mirada honesta a todo lo que es útil, camina, genera y sirve… desechar, finalmente (y lo más ordenadamente posible), lo que no debemos ni podemos conservar, los malos sentimientos… la verdadera basura, que puede llegar a inundar no sólo los corazones enamorados, sino ciudades enteras.
el tiempo pasa, este blog está dedicado a sus horas con minutos, a sus momentos con detalles, pelos y señales
miércoles, 1 de julio de 2009
aceptando maridos de segunda...
“Eres una basura”, es una frase que nunca había tenido tanto sentido para mí, para nosotros, para todos los que habitamos este planeta. Ahora sabemos que la metáfora designa no sólo al hecho de ser un desecho, hediondo, descompuesto e inútil sino que al ser “basura”, también te conviertes en algo ineludible, y si bien nadie quiere verte, ni saber qué es de ti, todos te huelen, te sienten, se topan contigo en calles, alamedas, en casas ajenas, peor, en la propia. Todos conocemos a un señor que deja a su vieja, después de veinte, treinta años de casados, y la canjea por una nueva, de veinte o treinta años (menos), pero habrá quien pueda contestar que el supuesto señor tiene derecho a la “felicidad”…(a costillas de la vida de alguien más, por cierto), sin contar con las repercusiones sociales, morales y emocionales de los hijos, parentela y amigos cercanos, pero bueno, el señor va a estar muy contento…(por un ratito), todos sabemos como terminan estas historias, tan comunes y ordinarias, y francamente no pretendo ninguna lección de moralina con mi reflexión, a lo que voy, es a la basura. ¿Todo lo que cambias o tiras es verdaderamente basura? ¿Quién o qué, es basura? ¿La señora con todos sus años, o el señor (también con un montón de años) que estrena mujer? Con esta observación quiero decir no que conserves cosas que no ocupas, pero tal vez… tal vez, todo lo que desechas no es propiamente basura, y en ello puedan haber cosas útiles para alguien. La alusión anterior no tiene nada que ver con la señora que abandonan, (no imagino a los señores ofreciendo en ventas de cochera a sus señoras), pero sí con la detención de la inercia: tira-compra, usa-tira, cambia-tira, molesta-desaparece, envejece-abandona, entorpece-estorba. Hay un camino muy limpio, pero duro de recorrer, a ratos doloroso, en él casi todo sirve, y lo que no, se logra componer, modificar, rehacer. Con antorchas hechas con frascos de vidrio, con plantas acuáticas que se ven hermosas en lo que fueron botellas de vino, los cartones de huevo son excelentes separadores de tornillos y clavos, la cáscara de la sandía abona la tierra, los muebles de la abuela, se lijan, se barnizan (y son chic), el perro cojo es nuestro mejor cuidador (por lo menos avisa cuando alguien extraño se aproxima a nuestra casa, que es para lo que sirven los pobres perros), la cama vieja del niño, la tapizamos con una cobija de lana y la convertimos en un nuevo sillón comodísimo para leer… en este camino donde vamos despacio, entramos mi pareja y yo, que como nos han roto, estamos remendados, recién pegados, así nos clasificamos: un par de reciclados; sí, eso somos , una pareja…digamos… de “segunda mano”, y seguimos en la carrera continua del reciclaje… duele, se caen los dientes, se forman las arrugas, abundan las canas, (que dicen que salen de ganas)… y sí ha de ser, pues sólo tenemos deseos de continuar, aunque a ratos la cosa se ponga pantanosa, densa, incómoda, difícil, y hasta fea. Un abrazo (de esos que curan todo), una goma (a modo de voto conyugal), para borrar las metidas de patas, y sin tirar la hoja: borrón y cuenta nueva, una noche de luna, una mirada honesta a todo lo que es útil, camina, genera y sirve… desechar, finalmente (y lo más ordenadamente posible), lo que no debemos ni podemos conservar, los malos sentimientos… la verdadera basura, que puede llegar a inundar no sólo los corazones enamorados, sino ciudades enteras.
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