¿Qué es un desperdicio?, ¿acaso sólo es aquello, que sobra?, ¿o lo que no usamos, y abandonamos en un rincón u olvidamos, también lo es? Pon la basura en su lugar dice el lema popular aclamando al sentido común. El cartón al rincón, con todo el papeleo, el vidrio a una caja hecho añicos, ¿y los desperdicios?, el tallo del brócoli, la lechuga herida, las sobras de los platos, el tiempo perdido, los besos que no nos dimos, los abrazos inconclusos, la de veces que hemos dicho no a una caminata, o a un paseo por pura pereza, la de horas regaladas a las televisoras, viendo cuánta estupidez y pornografía nos proponen, ¿dónde?, ¿dónde acomodamos todas las experiencias ‘que no’, las horas ‘que no’, los besos ‘que no’, todo a lo que hemos dicho ‘que no’? Los años pasan, nos vamos poniendo viejos, y entre más anquilosados, más viejos, permitimos en pos de esos años vividos, que las cosas dejen de transformarse, que los cajones se nos llenen de recuerdos, de deudas, de recibos pagados y sin pagar, de olvidos y de basura. En nombre sea de la experiencia, nos evitamos los caminos largos, y nos vamos por el camino corto de la Caperucita Roja, porque al fin entendimos, que la abuelita nuestra, tenía su boca, infestada de razones, razones para no ensuciarse, razones para no arriesgarse, razones para no desacatar a las reglas de la buena conducta. Dos tres buenos porrazos, y lo entendimos, y en nombre de estos golpes, de estos sablazos, de nuestro propio quebranto, nos autocensuramos, nos decimos que no, a muchas cosas, le sacamos la vuelta al camino largo, y dejamos de ver, que en cualquier camino largo, también hay experiencias que nos faltan, hay más árboles para mirar, más flores para oler, más pájaros para admirar, y que el lobo, el lobo feroz, ya no es tan feroz, simplemente porque sabe, que sabemos, y nosotros sabemos, que él sabe. Los años pasan, y se nos olvida, en la inercia del tengo, compro, satisfago mis deseos de ser alguien, se nos olvida, lo juro, qué es la vida, qué esperamos de ella, y sobretodo, fuera de toda razón, se nos olvida, disfrutarla, arriesgarnos, y vivirla, nos inventamos una segura receta, que nos aparte de los riesgos que conlleva traer el corazón en la mano, el espíritu en el encanto, las piernas en los caminos, las manos en el quehacer, la mente en la disposición de aprender y entender, los ojos en el miramiento, ingredientes indispensables, para vivir a toda costa, a todo galope y con todo sentido. mujeradentro@yahoo.com.mx , desanquilosando el sarro de la permanencia, como todo un faquir, arriesgándose a perder lo que tanto le acomodaba, por vivir lo que le falta, por vivir, y no morir en vida, hoy, cambio, y mujer adentro, adiós, cambio y fuera.
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