País hecho de hermanos. Se acabó al gobernabilidad, ahora todos dicen que nadie los deja hacer, los rojos se quejan de los azules, y viceversa hasta llegar al verde como hermanos que pelean por el amor de sus padres, como vertientes nacidas de una misma madre patria, que no acaban ni de ponerse de acuerdo ni de partirse bien el hocico. Sin las pasadas consiguientes, no hay modo de lograr que estos hagan sus vidas de manera independiente sin dejar de cooperarse para el refresco. En casa, nunca viví esto de los hermanos peleando, si acaso lo hicieron, no me di por enterada, y sigo sin enterarme, mis hermanos se aman entre si, a pesar de ser agua, aceite y colonia de rosas, nada que ver el uno con el otro pero en el respeto y en el cariño todos nos abrazamos. Y sin embargo, no saben cuántos hermanos he visto pelear hasta casi sacarse los ojos, y ahí están para confirmar mi historia, no sólo Abel y Caín, los más famosos, si no todo lo que nos rodea que no son mas que rencillas de hermanitos envidiosos. Por otro lado, ahí están los que se hermanan, y para bien o para mal, hacen de su quehacer un gremio inapelable en donde cabe todo, hasta el hermano incómodo. Eso tiene la hermandad asumida, acepta en su seno hasta lo que no debe, y he ahí que pululan los puestos ocupados por neófitos, ingratos imbéciles que a destajo dan órdenes a costa de quien sea, pero eso sí, muy carnales del que manda de a devis. Habrá que dejar de lado el nepotismo y la sangre que hermana, y comenzar a hermanarnos con quienes sufren este boicot de país, esta miseria, esta transa, este horror, este desalojo de la esperanza, hermanarnos y organizarnos como lo hacemos para la fiesta sorpresa, para la parranda, para la compra semanal, hermanarnos para hacer que los dineros se repartan de una manera lógica y decente, para que no se contaminen nuestros ríos, para que el agua sea considerada ya un recurso universal, hermanarnos, y sin embargo, urgente derrotar el nepotismo y los puestos de favorcitos. El solaz de la víctima de sus padres, el hermano. Si este gobierno, o cualquier otro, nos lastima, hermanarnos. La panacea salvadora de la maldita genética, el hermano. El brindis silencioso y siempre presente, será por el hermano. Amigos hermanos, a falta de asistencia familiar, el hermano del corazón, esos hermanos de los que uno se apea por los caminos de la vida. Raíces de encuentro, mis hermanos. Carnal de mi carne, hijos de mi madre aunque renieguen de mi padre, hijos de mi padre aunque olviden a mi madre, carne de mi carne, tan carne como mis hijos y mis nietos, mi carne. Hoy, no estoy completa del todo, me hace falta una hermana, con la que a pesar de no pisar tierra, no puedo evitar entablar conversación con ella, y mientras aquí siga, con los pies en la tierra, nuestra plática seguirá siendo vieja y vigente, y hoy ella me dijo, hermánate.
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