miércoles, 24 de junio de 2009

con el qué dirán, vamos todos...

Lunáticos extravían el qué dirán. Hay que ser algo distraído, muy creativo y estar muy ocupado, para poder vivir alejado del qué dirán. Los peores clientes del qué dirán son por ello precisamente, los lunáticos, los que deambulan por cráteres lunares ajenos a comunes y vulgares baches. El qué dirán en su debida medida, es una herramienta que la sociedad nos brinda para estar alerta de posibles puñaladas traperas, cesantías laborales, abandonos, desamor en puerta, enojos y otros asuntos de delicada procedencia. Albricias, si el río suena, agua trae. El qué dirán llevado a la exacerbación de la paranoia personal puede dejar huellas indelebles en nuestra personalidad y arrinconarnos a los más obscuros rincones de la estupidez. Hasta lo más negro del panorama está el que vive de tan sujeto al qué dirán, que no duerme tranquilo, y del lado más blanco, el filósofo pacheco al que le importa tan poco el qué dirán que habita un mundo ajeno, original y muy personal, pero un tanto desencajado al resto del mundo. Pero en medio de este blanco y de este negro, no está el equilibrio ni los matices del gris que suele haber entre el blanco y el negro, en este en medio, habitan los cínicos, los que se aprovechan de las estadísticas y se apropian de los medios para utilizarlos con fines, non santos. La medida justa, la cucharada médica y prescrita con toda responsabilidad, es la que dicta una conciencia, no adolescente, algo experimentada que no ha caído a los confines obscuros de la depravación de la paranoia y la desolación. La medida injusta de quienes usan el qué dirán para su propio beneficio está basada en la desfachatez. La medida para juzgar a los demás, no creo que pueda ser la misma que quiero para mí, mentira eso de ‘ponte en sus zapatos’, usa tu cabeza y no te dejes convencer de barbaridades, aunque aparezcan en todos los medios, a todas horas, atente a tu propio juicio, sin dejar de estar pendiente de lo que se dice. La energía que decidas dejar de emplear en la nefanda preocupación de lo que se dice o no se dice de tu persona, ocúpala en darte mantenimiento, y no me refiero a aquél empleado en cortarse uñas y rasurarse, si no a aquél que alimenta nuestro intelecto y espíritu, meditar está bien, leer es aún mejor. De casquivanas está lleno el paraíso, me atrevo a asegurar, en cambio, no lo digo yo, lo dice uno de tantos dichos populares, dichos basados en la neta del planeta, el infierno está plagado de bien intencionados. Deja ya de andarte preocupando por lo que dicen de ti, y cuida que tu boca no se ande regodeando de adjetivos hacia los demás. En el chicle, punto y coma, sin creer todo lo que se dice, la Pior.

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