Así, una y otra vez, recaigo en que soy huérfana, y cada año que pasa, la falta de Teté en mi vida, adquiere un nuevo sentido. Cada año, la orfandad me ataca de nuevas maneras, es como un virus que muta, no hay antibiótico que lo mate, sólo paleativos que lo aletargan, tratamientos homeopátcos que lo mantienen bajo control, momentos para no enloquecer, pero la orfandad, es un estado crónico e incurable. Muchos años jugué y me esforcé alrededor de superar el vacío ese, el del amor incondicional, el de tener quien te diga y quien te pele, nada, todo fue inútil, intenté las mil y un estrategias para resanar la oquedad, y en eso, chin, que me lleno de hijos, como si con esto fuera yo a compensar la falta de madre, me convertí en la madre de los míos y de todos los que se me arrimaron, por accidente o por vía marital, la madre tierra. El ser madre, abrió aún más la cañada, la distancia entre mi historial y mis vivencias, se abría a cada paso, en cada amamantada, en cada pago de colegiatura, en cada ida al parque, en cada abrazo mío y de mis hijos, cada que el amor crecía irremediablemente y sin freno, peor de huérfanita me sentía. También fui mi madre, al llegar a ese punto entendí, que nada, nada llenaría el vacío, mi mal no tenía remedio, pero también vi todos sus beneficios. Nada tiene sentido, nosotros somos quienes se lo endilgamos, y eso fue lo que hice con mi madre, le di sentido a su muerte, me dije que no sería esta que soy, de la que tan orgullosa me siento, (de no haberme faltado madre), y el quiza hubiese sido una mejor persona con mejores momentos, (sobre todo, eso, buenos momentos y menos malos ratos), me la brinqué, para tomar la prótesis y empezar a vivir asumiendo mi herida, esta que ves, que me atreaviesa de palmo a palmo, que me marcó para siempre y que me dejó desmembrada, y a caminar.
He caminado, tanto, tanto, que ahora soy más vieja que mi madre, y no estaba preparada para ello, como para casi nada, paso de los cuarenta y no sé porqué carambas, no puedo arreglar una agenda vivencial que me permita prever ciertos asuntos, no, como una criatura, me sigo sorprendiendo hasta del hecho de quedarme sin dientes luego de no ir al dentista por más de una década. Vivo con las huellas, las secuelas y todas las características de mi enfermedad, entre otras, porque no hay cura, y porque no hay de otra. No me lamento, pero como dije al principio, no dejo de descubir a cada paso, una marquita más, la de este año, la hora de la meme. Sí, luego de tener tantos hijos, caigo en cuenta que hay una hora en la que hay que mandarlos a la cama y punto, se ponen como borrachos majaderos, quieren manejar, no se quieren ir de la fiesta pero están imprudentes y necios, en ese instante, la madre aparece, y los manda a la cama. Definitivo, yo no tuve madre, pero de un tiempo a la fecha, intento ser la mía propia y aprender el proceso ese de aunque no te sientas ni cansada ni con sueño, estás para ir a la cama, porque resulta que si no me mando a la cama, no duermo, y me vale la jornada del día siguiente, y me vale sentirme extraviada, así es que otra marquita más al tigre o la mujer de las ciento un mil puñaladitas.
Los que si tienen madre, también suelen tener poca abuela, gustan de enterrar a su amdres, ignorarlas, y echarles la culpa de todo cuanto les pasa, si supieran lo que es vivir un día sin madre, creo que otro sería el cuento materno.
Este 23 de octubre mi Teté cumplió 40 años de muerta, a mí me operaron el día 21, no les quiero ni decir lo que pensé que me pasaría, es como si cada instante desde que tengo 38 años (los que tenía Teté al morir), estuviera yo pagando horas extras, las agradezco día con día, y este mes en el que ya huele a zempasuchitl, la sentí de cerca, pero no me aferro ni a la una ni a la otra, solo espero que mi vida y mi muerte, tengan un sentido si no para el mundo, para mis hijos, mis hermanos, mis tíos, y mis amigos más queridos.