Entre la maleza nace la esperanza. La primera vez que estuve de pie presente en un maizal, lo que más me maravilló de este sembradío no fue el gran tamaño que alcanzan las matas ni la timidez de los elotes, ni la proliferación de los elotitos dobles y pequeños que a mí me los vendían en frasco y en salmuera, no. Me conquistó del maizal la metáfora perfecta de la audacia de las calabazas, enredándose entre la nada y el todo de una mazorca a otra, planta rastrera que al florear nos brinda el suculento manjar de las empanadas de flor de calabaza con queso se hebra, metáfora que habla del cómo se puede conseguir la delicadeza y la fuerza, al tiempo que la sombra y el reconocimiento ante tanta maleza. Así está el mundo, entre maleza nos vemos a diario, ruido, mucho ruido, abusan de nuestros sentidos, publicistas y gobernantes; nos invaden de imágenes y nos tapan el sol, nos venden atole con el dedo, nos otorgan beneficios con tal de no hacer notar los maleficios, nos dicen cómo es que más vale que pensemos, nos dictan la moda, nos llenan de maleza para perdernos, a cada cual lo trepan en un auto para que no piense en los demás ni se relacione mucho con los otros, y al que va en transporte público lo llenan de miedo también para que más vale, no le hable al que va a su lado, arriba la maleza y el desencuentro. Tengo esperanzas, renacen entre las sombras del ruido, no han logrado hacerme pensar de modo alguno, no han logrado que no hable con los peatones o con mi familia, y sigo yendo al mercado a comprar la flor de calabaza y me confecciono mi manjar sin importar cuántas suculentos platillos me ofrezcan congelados y de veloz y sencilla preparación. Pude haber pensado cuando era más joven que se ocupaba de un gran machete para abrirse camino entre la maleza, hoy creo que la navaja afilada se ha de llevar a mucha honra en la boca, en los piensos, en los abrazos, en los actos cotidianos, en los lazos que nos hermanan por razones intangibles y definitivas con otros. Dentro, muy dentro de mí, nace un muerto entre la maleza del escándalo al que estamos sujetos; fuera, reviven Lázaros que se hermanan con deseos contundentes como notar, hablar y actuar por los árboles que derriban, el agua que contaminamos, y así voy por la vida, enredándome con seres calabazas. Damos de cuando en cuando, un espectáculo de manjar para otros que a su vez, hartos ya de estar hartos, escuchan la voz que dice lo que los demás callan, como si entre tanto ruido, se cantara una canción, una canción de esperanza. Acceder a un mundo mejor es trabajar en consecuencia, es buscarle y así encontrarle entre las sombras, aunque sea por temporadas. Imploro que no nos falten elotitos tiernos, empanadas de huitlacoche y de flor de calabaza, la reina de las sombras.
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