miércoles, 3 de diciembre de 2008

Amarillo


el color amarillo, por algo no ha figurado dentro de mis colores favoritos, no es nada en contra de los asiáticos que nos están inundando de mierda y media, que además de no servir, es de plástico, no; tampoco todos los amarillos son iguales; la luz preventiva de los semáforos, que es amarilla y suele palpitar, siempre me ha desconcertado, " a todo meter o a todo parar"; dicen que el sol es amarillo y francamente, soy amante de los días nublados, yo y mi amor por los grises, ajena y un tanto enemiga del absoluto blanco y el absolutamente negro, me quedo con el gris y sus porqués plagados de infinito; embarazada de Tamara accedí en medio de mi ingrávida estupidez a pintar las paredes de mi cuarto de amarillo, con el peor de los amarillos 'amarillo pastelito', pero todo pasa, hasta el embarazo que se convierte en persona, y una vez resucitada de mi terrible decisión descubrí una mañana gris, que ese color, me deprimía en serio, el naranja no tardó en llegar y lo único bueno de aquél ya remoto amarillo fue el haber cedido, ahora le tocaba ceder a mi compañero de cuarto a mi naranja 'no nos queda duda de que la vida es alegre'.

Hoy, mi hija está amarilla, y no, no hay parentela asiática cercana, mi hija, morena de fuego, está invadida por una ictericia no sin antes haber pasado muchos días entre el guacala y sufre, sufre, sufre. Lo reitero, el amarillo, no es para mí ni para quienes me rodean, arriba el morado, que al fin es tan exótico que es capaz de hacer buena pareja con el amarillo, arriba mi sala amarillo del bueno, de ese que parece sacado de una tarde de invierno entre los árboles, que combina perfecto con mi gato negro de bruja que soy. Un bú largo y tendido para los amarillos paleta, para los amarillos bilis, para los amarillos pastelito, pusilánimes e introvertidos, arriba el amarillo escándalo, el amarillo que al fin ayuda a elaborar otros colores tan buenos que no hay palabras para ellos.

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