martes, 9 de febrero de 2010

Entre los dientes


Dicen de las aceitunas, un instante en la boca, una eternidad en las caderas, y qué más da, bien que le entra uno a las deliciosas aceitunas, y si me las dan con jocoque, bueno, se me olvidan hasta las caderas. Luego del bocado, se queda entre los dientes, un pequeño filamento de aquél bocado, y suele ser molesto, tan así es que por eso decimos cuando no decimos, que las palabras se agolpan entre los dientes, y de dientes para afuera, lograremos emitir una frase poco deseada pero necesaria, es el ni modo clásico y tan educado que nos caracteriza a los mexicanos. Ni modo. Y las comilonas, no son para siempre, hay que levantarse de la mesa, pagar la cuenta, dar propina, y el suculento platillo, se queda en la memoria que nos hará regresar a esa mesa con todo gusto, aunque nos toque pagar de nuevo. Ni modo. Y el pa' siempre, entre más crece uno, menos existe, menos se da, y menos esperanza se tiene en que se dé, de perdido de chiripa, y cada vez, se sostiene el instante con mayor regocijo. Ni modo. Y ni la mitología griega que nos prepara para siquiera pensar que el martirio pueda durar pa' siempre, nada, que un día ya nadie nos quiere devorar el hígado, ni nos hace subir al monte a sembrar margaritas en los rieles de un tren fantasma, ni eso dura pa' siempre, ni modo. ¿Pero quién quiere levantarse siempre a las seis de la madrugada cuando se duerme a las cuatro?, ¿quién desea llegar cada mañana a un lugar inhóspito, y por su descalificación diaria?, ¿quién puede desear un trabajo en el que además de que le pagan poco, le regañan todos los días por ser como como es? Yo, ni modo. Y ya ni modo.

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