viernes, 1 de enero de 2010

Antes de arrojarse al vacío:

1.- Mirar de cerca la herida, no vaya a ser que ni sea para tanto.
2.- De un lado de la balanza, el amor, ese amor hecho por ratitos; del otro lado de la balanza, sostener el efímero enojo y convertirlo en peso neto de la rabia que verdaderamente nos acongoja.

(Está claro que vivir con rabia no es vivir. Pero la rabia se confunde con otros 'sientos', así es que ese sentir que se cree es rabia, se drena, se lava, y se sopesa en netas, sin basuritas, sin estorbitos).


3.- Orear el corazón al aire libre, en soledad, entre pláticas escucharse uno mismo, conseguir sacudirse la pelusa.
4.- Aclarar. Cloro. Lejía. Conversar. Gritar. Afinar. Desafinar. Callar y hallar un pensamiento claro a pesar del eco de 'me la debes' que nos acecha.

(Entre el me quedo y me voy, está un nuestro amor que me temo es más mío que tuyo. Entre el a qué me quedó y a qué me voy, el mundo promete, tú inconsistente).

5.- Llorar. Vomitar en negro.

Luego al vacío, nunca antes de esto, no se puede.

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