martes, 31 de agosto de 2010

Bajo el trastorno de vivir



Buscando la media, la hallaron. Intentando hacer equilibrio, dejaron los malabares. Por el acecho de las preocupaciones, aprendieron a no pelear. No pelando, se instalaron en la comodidad. Atención: vivir puede convertirse en todo un trastorno, definitivamente, sobre todo, si dicha actividad, poco sana, según afirman algunos, se convierte en un riesgo para el confort hallado de cierta manera y no sin trucos. La acción de vivir, implica más de una molestia al día, la pasión que conlleva el acecho del anhelo puede ser una verdadera monserga, acaso valedora, piedra en el zapato, sin triquiñuelas, sin maquillaje, honestamente, un embrollo. Los detalles que surgen de la puesta de atención, como una puesta en escena, dramáticos, multicolores, avasallantes, o nimios pero cada pormenor, vale, importa, se siente y hace sentido con el hecho de estar en acción en el acto de vivir. Un corazón sometido al temor, recuerda su fragilidad. Un corazón que se agita ante un ser adorable, se sabe vulnerable. Un corazón que late en sincronía con el mundo que le rodea, se sabe latente, vivo. Desvanecerse ante una mala noticia, envanecerse ante una buena nota, desmayar por una sonrisa, aborrecer por un desdén, son síntomas todos que pueden preocupar al portador, son pruebas irrefutables de supervivencia. Sobrevivir los sinsabores que implica ir por la vida viviendo, no es asunto menor. Tantos muertos en vida que nos rodean, y los miramos al frente de la ventanilla cuatro, enviándonos a la ventanilla veinte, ventanillas casi todas inertes, pasivos testigos de nuestra consternación, muertos en vida que confunden el valor real de ese riesgo que es vivir. Y a jugar que la vida es lúdica, lúbrica, idílica, al fin un sueño al despertar. Y jugamos ante el vórtice de las lenguas, resanamos las heridas entre el intento de congelación y la llama que no se aplaca, y nos rendimos a ratos como una confirmación del nuevo deseo, desgarramos las sábanas, nos damos toditos y tomamos el riesgo de un sorbo, a la hidalgo, y pensamos tanto, como no pensamos cuando entramos a una nueva era, y vivimos tantas eras como sea necesario para seguir en esa acción de vivir. Y tanto se ha dicho de esa vida maraca, como inefable es mentarla cuando se cree haber perdido todo. El todo por el todo. Todos ponen. Todos pierden. Todos ganan. Y la vida de cada cual, como huella digital, tan distintas y tan cercanas. Y en un tris, todo se acomoda y hasta creemos haber encontrado la piedra filosofal, la felicidad, el grito original, el amor verdadero, el amigo mejor, el hijo ideal, el trabajo idóneo, el jefe justo, la mano que ayuda, la fuente de la juventud; y al siguiente instante, todo se vuelve a desacomodar en su perfecta naturaleza, para ir pos de un corazón, para seguir buscando, para continuar en el encuentro de la miríada de probabilidades que oferta el hecho contundente de estar vivo y actuar en consecuencia, viviendo, latiendo, vibrando, llorando, rabiando mujeradentro@yahoo.com.mx , vivita y coleando.